Titus, como dije antes, nació un día de agosto hace tres años. Debamos admitir que fue un perro afortunado. La primera vuelta de su vida lo llevó a la mía un mes antes de nacer y la segunda fue haber encontrado una dueña que lo quizo como un hijo. Claro que TItus se lo ganó poquito a poco. A Karina se la ganó desde el primer día, fue amor a primera vista, pero a su mamá se la tuvo que ganar a lo largo de los meses ya que se resistía a tener otra mascota.
Mucha gente lo veía y le hacía el fuchi por pelón y por feo (ahí están los vecinitos y los del kinder) y al final terminaron siendo los más preocupados por su bienestar (exceptuando a su familia inmediata).
Era el que sabía antes que nadie cuando llegaban las visitas aún antes de que tocarán el timbre y también sabía si era gente que le caía mal o bien. A mi me olía desde dos cuadras antes de que llegara o sea que rara vez podía caer de sorpresa y cuando me iba ponía su carita de tristeza.
Pasó varios periodos vacacionales conmigo, al final de los cuales terminaba todo arañado, "pambaceado" (lleno de polvo como pambazo de Veracruz), hirviendo en pulgas pero feliz de haber pasado unos días siendo perro y aún más feliz de regresar a su casa con su dueña.
Le encantaba que lo estuvieran acariciando detrás de las orejas y para ese fin se acostaba en el regazo del que se dejara mientras veía la televisión (si, le guataba ver tele pero más ladrarle a los niños del kinder).
El 11 de octubre Titus murió. Las circunstancias no importan, lo que importa es el vacío que nos dejó. Lo vamos a extrañar y mucho.
Titus Norberto Sotomayor Victoria
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