Fui invitada a comer brownies y desde que llegué pude percibir el aroma del chocolate. La verdad por ser el postre de la temporada se han ido perfeccionando poco a poco y aunque estaban un poco pasados de dulce en realidad estaban muy buenos.
Titus era el único que no estaba invitado. Se dice que a los perros no hay que darles chocolate porque les dan ataques, así que el pobre sufría con ese "mito"? Aparte, pobre y dellicado, las harinas procesadas le sientan mal, así que de brownies nada para él. Pero nos veía con esos ojos húmedos y aparentemente llenos de inocencia porque tenía la esperanza de que dejáramos ir un pedazo.
Espero pacientemente mientras nos comiamos los deliciosos brownies y nada, su paciencia no rendía frutos. Por más que nos miraba y hacía esfuerzos no lograba que nos compadecieramos de su antojo. Caminó, brincó, se hecho y al final pareció rendirse. Se nos perdió de vista y lo escuchamos ladrarle a los vecinos, señal inequívoca de su enojo.
Lo vimos volver despacio y despreocupado, como quien no debe nada en la vida. Se hecho en su tapete sin intentar siquiera ocupar su lugar favorito del sillón y nos acompañó a ver la tele.
Tuve un pensamiento encaminado a comerme otro brownie, me dirigí al a cocina y encontré el traste vacío. Supuse que S se los había comido, pero me parecía muy raro pues había como diez y yo no la había visto comer más que uno solo. Salí confundida pero no me quedé con la duda y le pregunté si se había comido todos los brownies que quedaban. Entró en mini shock: El lambucio de Titus había actuado.
Sigiloso y sereno, me imagino con un poco de miedo en el cuerpo, no supo soportar más el antojo, encontró una silla como puesta a la mano para él, subió y se despachó todos los brownies sin dejar una sola migaja. Por fin se sintió incluido en la fiesta del chocolate en la que no participaba.
Su nombre fue traído de boca en boca entre los testigos circunstanciales de sus actos sin llegar a saber que hacer ni que decir pues el hecho fue consumado sin que pudiésemos ya intervenir.
Al final, Titus comió sus brownies,disfrutó y pagó por sus actos. Si el chocolate no le produjo ataques, la harina procesada si y esa fue su penitencia.
Al resto de los participantes nos queda la esperanza de comer brownies otra vez y de que el lambucio no ataque de nuevo