jueves, 30 de abril de 2009

El comienzo

    El recuerdo más lejano que tenía MAriana era estar asomada por la ventana viendo jugar a sus hermanos.

     Ella no podía evitar mirar por la ventana con cierta envidia.  Sus padres, alegando que su salud era precaria, le impidieron desde temprana edad unirse a los juegos que practicaban sus hermanos a la sombra del par de framboyanes del jardín.   

    En ese entonces no estaba muy segura sobre el significado de precario pero estaba casi segura que tenía un significado muy parecido a debilidad, cosa que ella no sentía.  No podía negar que su cuerpo era débil; el continuo encierro la había hecho de constitución frágil y se cansaba con facilidad, aun en caminatas cortas.

      Sus padres solían hablar sobre ella sin molestarse en notar su presencia.  Para ellos no era necesario tomarse la molestia de saber que sentía o que opinaba sobre nada, ella solo era la hija postrera que nació sin ser esperada seis años después de su último hijo.  Para sus hermanos era como una muñeca viva a la que podían molestar cuando estaban aburridos y con la que no podían contar cuando se sentían intrépidos.   Mariana no tenía lugar dentro de su familia.

     Por lo menos le daban el beneficios de no dudar de su inteligencia que en general no era obvia para la gente fuera de ese cerrado círculo en el que vivía.  Sus tías la creían poco menos que retrasada mental, por eso ella trataba de ignorarlas siemrpe que estaban de visita y se refugiaba en viejos libros y revistas que su mamá coleccionaba.  Sus primos no la veían más que como un bicho raro y no le hacían el menor caso.  

     Mariana asistió al jardín de niños durante un tiempo, pero su salud jugó en su contra  y sus compañeros se burlaban constantemente de ella por no ser una niña que corriera y jugara como los demás.  Finalmente desistió cuando se dió cuenta que no tenía ni un solo amigo y que los niños solo la buscaban para hacerla enojar.  Esto la hizo mucho más retraida de lo normal y aunque nunca fue de muchas palabras, ahora pasaba muchos momentos callada, solo observando lo que pasaba a su alrededor pero sin intervenir en nada.

    Lo que realmente agradeció en ese entonces fue la paciente constancia con que su madrina le impuso la disciplina de leer.   Su madrina Guille intuía que Mariana necesitaba un reto que la distrajera del aburrimiento y de la sensación de constante abandono en el que vivía.   Una de sus mayores alegría fue leer la palabra helicóptero escrita en una pared.

      Mariana no estaría sola nunca más 

      

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