martes, 30 de diciembre de 2008

Indra

Indra nació hace unos años en algun lugar de la India. Me imagino que lo primero que vieron sus ojos fue a su madre, grande y gris, y luego vio el sol y el cielo como en los cuentos.

Ignoro cuato tiempo vivió ahí, solo se que un día la trajeron a una tierra muy lejana, con un sol y un cielo diferentes a los de su India natal. Indra vino a México y se convirtió en un elefante circense.

Le llevo un tiempo de cruel y paciente entrenamiento aprender las rutinas del circo. Subir escaleras, dar vueltas, caminar en línea con otros elefantes. Al final y haciendo gala de la proverbial memoria de su especie, Indra se convirtió en estrella.

Viajó por muchos lugares y divirtió a mucha gente. La querían los niños y los adultos, la querían sus compañero elefantes y sus compañeros tigres. La querían porque no había manera de no querer a ese ser que vino de tan lejos para ser estrella.

Un día Indra no viajó. Su calidad de veterana le ganó el derecho a descansar sus ya viejos huesos para que otros lucieran sus recién adquiridas habilidades. En el día paseaba lentamente por el campo y en las noches, mientras comía, miraba distridamente el cielo y pensaba en la lejana India, en su sol, en su cielo, en su familia original.

Dicen que cuando uno es viejo empieza a pensar con añoranza en la madre patria y quiere volver. Indra quería volver, porque era vieja y sentía nostalgia.

Una noche de finales de septiembre las superticiones se hicieron realidad. Un gato negro se cruzó en el camino de Indra y la condujo a los lejanos caminos del recuerdo. La hizo correr y correr por muchos kilómetros, atravezando pueblos y avenidas y por último sorteando los autos de la autopista que invadió.

Indra pensaba que debía apresurarse si quería llegar a tiempo para ver salir el sol de su patria. A lo lejos vio dos luces acercándose y no pudo o no supo quitarse a tiempo. Un autobus le dio de lleno.

Ahora no solo pensaba, veía la India de su olvidada infancia, veía a su madre, a su padre, a sus hermanos mientras agonizaba a un costado de la carretera.

Finalmente el corazón de Indra dejó de latir. Por fin Indra corría libre por su amada tierra.

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